
Las oportunidades de la democracia
En el inicio de un nuevo año, cargado de expectativas y necesidades comunes para la sociedad, los argentinos nos encontramos sumergidos en discusiones inconducentes, de dirigentes políticos que s...
En el inicio de un nuevo año, cargado de expectativas y necesidades comunes para la sociedad, los argentinos nos encontramos sumergidos en discusiones inconducentes, de dirigentes políticos que se enfrascan en peleas estériles y en prioridades establecidas por lo más alto del poder, que no guardan relación alguna con la agenda de la gente de a pie.
La Argentina atraviesa un profundo proceso de degradación económica, social, cultural, educativa. Los parámetros que puede mostrarle al mundo son alarmantes, aun cuando el Presidente nos presente como la segunda economía que más ha crecido en el planeta después de China. Aun cuando el propio jefe de Estado tilde a la inflación de realidad “autoconstruida” que estuviera “en la cabeza de la gente”.
Mientras el Gobierno nacional impulsa un juicio a los miembros de la Corte Suprema de Justicia y la oposición bloquea, en su rechazo, las sesiones del Congreso, en la Argentina sobrevive un 43 por ciento de personas en la pobreza. Si se toma la población menor a los 17 años, esa pobreza alcanza al 61 por ciento.
Mientras en la administración del gobierno se desempeñan funcionarios que no pueden hablar entre sí, se desconfían y se traicionan, la educación argentina languidece, con provincias que apenas alcanzan un ciclo lectivo completo o funcionarios que promueven iniciativas para desincentivar el aprendizaje, alentando promoción de cursos de manera automática.
Mientras la dirigencia dispone de “mesas electorales” que definan precandidatos, candidatos y eventuales funcionarios de próximos gobiernos, la inflación socava la moneda, empuja a miles de argentinos a la pobreza y destruye a la clase media que hizo grande el país.
Mientras creativos técnicos y asesores sugieren nuevos impuestos al sector privado como novedad en el plano de las finanzas, la sequía hace estragos en el campo argentino, las retenciones sofocan cualquier atisbo de despunte de un sector clave para el país, la brecha en el tipo de cambio desalienta la inversión y los productores siguen esperando infraestructura esencial para poner al país en movimiento.
Mientras funcionarios nacionales diseñan planos, y otorgan tierras públicas a sectores violentos y usurpadores que se autodefinen descendientes de comunidades originarias, el narcotráfico se abre camino, asesinando y amedrentando.
La Argentina es el país de Messi, de Scaloni. El país de Piazzolla, de Borges y Cortázar. De Milstein, Houssay, Leloir y Favaloro. Del Papa Francisco, Daniel Barenboim y Marta Argerich. Es el país del Instituto Balseiro, del INVAP, del Conicet, entre otros. Aún sin financiamiento para Ciencia y Tecnología, el país sigue dando valores para un mundo en el que brillan individualidades. En la Argentina hay también recursos naturales que la hacen un país potencialmente rico: extensión territorial, condiciones inmejorables para la agrobioindustria, para la minería y los hidrocarburos. En comparación con otros lugares del planeta, la Argentina no sufre catástrofes, guerras, migraciones, luchas raciales o religiosas, envejecimiento ni sobrepoblación, carencia de fuentes de energía, hambrunas, ni peligros geopolíticos. Además, existen ahorros argentinos equivalentes aproximadamente al producto bruto nacional que esperan, para entrar al país, condiciones de confianza.
Tenemos capital natural, humano y financiero.
¿Cómo está actuando el gobierno argentino frente a la crisis?
El país y sus problemas han sido olvidados. El gobierno gasta tiempo, energía y recursos económicos en desafiar valores republicanos garantizados en la Constitución Nacional, acercándonos peligrosamente a modelos autocráticos. El intento del Ejecutivo Nacional de llevar a juicio a los integrantes de la Corte Suprema constituye, en este contexto, una manifestación grave de erosión a la República.
El próximo 10 de diciembre celebraremos los 40 años de la recuperación de la democracia y la mejor forma de honrar esa fecha es fortaleciendo las instituciones. El sendero elegido por el Gobierno nacional para cuestionar a la Corte por fallos que considera adversos van en el sentido contrario a aquella conquista que alcanzamos todos los argentinos en 1983. El ataque del Ejecutivo a la Corte Suprema se asemeja más bien a un reflejo autoritario propio de regímenes donde los derechos y garantías no son respetados.
Ante esta dualidad permanente, la del país que teniéndolo todo, pareciera fracasar a cada paso, una vez más llega la hora de enfrentar con seriedad los hechos, tal como la sociedad lo exige. El tiempo del engaño y la improvisación terminó.
Entre las lecciones que nos dejó el último campeonato del mundo, prevalece la del triunfo compartido como consecuencia de un trabajo en equipo, de una perseverancia ante las dificultades, de una capacidad motivadora anclada en la idea de que el interés colectivo es más grande que las aspiraciones individuales, en la templanza ante la adversidad y en el cumplimiento de las reglas de juego sin vulnerar la humildad que nos hizo grandes ante un mundo que miró maravillado la destreza de los jugadores y su técnico.
Este año, la democracia nos brinda una nueva oportunidad con las elecciones y recrea la esperanza colectiva porque ofrece a las fuerzas políticas que revaliden o presenten propuestas y a los ciudadanos que las convaliden con su voto, para tener un gobierno que garantice las condiciones para el desarrollo de un país con oportunidades para todos.
Es tiempo de poner en movimiento una transformación ineludible. Hay mucho más por ganar con una sociedad y una dirigencia que juegan con reglas claras y justas y respetan los valores, los derechos y las obligaciones que cuando se anteponen los intereses personales o sectoriales, que profundizan la anomia que pone en riesgo los cimientos de la Nación.
Es tiempo de activar el sentido colectivo donde prevalezca el cumplimiento de la ley y donde nos ocupemos de los más vulnerables de manera eficaz, promoviendo la vocación, la iniciativa individual, el empleo real y la riqueza en el marco general de un país competitivo y abierto al mundo.
(*) El autor es presidente del CICyP (Consejo Interamericano de Comercio y Producción) y Vicepresidente de la Sociedad Rural Argentina
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/las-oportunidades-de-la-democracia-nid28022023/